Apuntes de etnografía

Elías Arostegi pescando angulas en Butrón.

¡Ni me acuerdo cuándo comí angulas por última vez! Solo puedo decir que han pasado muchos años. Ahora que me he puesto a pensar en ello, los recuerdos se remontan a mi infancia, cuando veía pasar por la carretera aquellos diminutos coches (Seat 600, 127, 850, R-5…; diminutos en comparación con los actuales) con largos palos y grandes cedazos que en el mejor de los casos iban sujetos en las bacas; y otras veces, simplemente sobresalían de las ventanillas. Era gente que venía de pescar angulas allí donde se unen el río Butrón y la ría de Plentzia.

Las angulas han sido y siguen siendo un plato típico de la cena de Nochebuena, pero fueron y aún lo son un producto de lujo que no está al alcance de todos los bolsillos. Por ello, no son pocos los que hace unas décadas se dedicaban a pescarlas y venderlas para sacarse un dinero extra. Otros, en cambio, sólo iban de vez en cuando, y las cogían para consumo doméstico.

La temporada de las angulas comienza a últimos de octubre, primeros de noviembre, dependiendo del tiempo; ya que por lo que cuentan los informantes, a la angula le gustan las lluvias fuertes y las aguas turbias. En cualquier caso, los mejores meses suelen ser enero y febrero. En función del tiempo, la pesca puede alargarse durante toda la primavera. En mayo comienza a mermar de tamaño y se da por terminada la temporada.

La pesca de angulas se realiza desde la orilla del agua, siempre de noche, cuando sube la marea. Necesitamos para ello tres simples herramientas: un farol (hoy en día una linterna o foco que funciona mediante una batería), un cedazo y un balde. Y además, ropa y calzado adecuado. Para colgar el farol, antaño llevaban un palo de madera que había que reponer cada año, ya que se deterioraba con la humedad. Actualmente usan un soporte de metal.

El modo de pesca tradicional es muy simple: se coloca el punto de luz en la orilla y se introduce el cedazo una y otra vez en el agua en contra de la corriente. Dependiendo del día, varía mucho la cantidad de angulas que se puede conseguir en cada pasada: 4-5, 15-20, con mucha suerte 40-50; pero lo más común es que el cedazo aparezca totalmente limpio, sin rastro de ellas. En cualquier caso, lo obtenido cada vez, se vacía al balde. Parece que actualmente es mucho más escasa que hace unas décadas, y para conseguir 100 gr hay que estar muchas horas.

En otro tiempo, la mayor parte de las angulas obtenidas se vendían en Neguri o en la zona de Mungia, y eran muy apreciadas en fechas próximas a la Navidad. Es por ello que muchos iban de noche a pescarlas y luego iban de empalmada a trabajar a la fábrica, o al taller, sacándose un sobresueldo.

Para venderlas, primero, se ponían en agua en la que previamente habían echado tabaco (bien tabaco picado, un trozo de puro, o un par de cigarros). Ahora también las matan con sal, pero dicen que con tabaco tienen mejor presencia, y quedan más lucidas, ya que con la sal se retuercen. Luego se dejaban por un tiempo en el agua para quitarles más fácilmente el “moquillo” que sueltan, se pasaban dos o tres veces por agua limpia. Luego se cocían con agua y sal. Posteriormente se esparcían sobre una sábana para que se enfriaran y se secaran.

La preparación tradicional es muy sencilla y lleva cinco minutos. Necesitamos cuatro ingredientes: ajos, aceite, unas guindillas, y las angulas; pero eso ya lo dejo al gusto del consumidor. Si a alguien le sobra una ración, que no dude en llamarme. ¡Le acompañaré a degustarlas encantada!

 

Akaitze Kamiruaga

Departamento Herri Ondarea – Labayru Fundazioa

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