Apuntes de etnografía

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Utillaje para trabajar el lino. Zeanuri (Bizkaia), 1931. Fondo Felipe Manterola. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Las sucesivas labores requeridas para extraer artesanalmente la fibra de la planta de lino y prepararla para hilar se emprendían durante el otoño.

Macearlo, mazoz jo

Después de enriados y resecados, uno, dos o incluso tres golpeadores se turnaban para machacar acompasadamente y sin piedad los haces de lino con varales o con mazas. En muchas casas había una piedra, llamada liho-harria, utilizada expresamente para ello.

Espadarlo, ezpatatu

Frotando los tallos unos contra otros con las manos se conseguía que soltaran parte de su corteza inútil. Seguidamente se procedía a golpearlos con la espadilla, una especie de cuchillo de palo.

Alternativamente, en lugar de espadarlo, el lino era golpeado sirviéndose de otro tipo de agramadera, la popular tranga. Pero fuera espadándolo, fuera tranqueándolo, se trataba de quebrar los tallos y separar la corteza de la fibra interna. Y para perfeccionar esa labor en algunos lugares recurrían a unas tijeras de madera conocidas como suhatsak.

Rastrillarlo, txarrantxatu

Las hebras ya casi del todo desprendidas había que asedarlas con un rastrillo de nombre txarrantxa. Haciéndolas pasar por entre sus púas, se eliminaban los últimos restos de estopa, o amelua, que caía al suelo, y de estopilla, o amukoa, que quedaba en el rastrillo.

Hilarlo, goruetan egin

Goruetan. Fondo Felipe Manterola

Goruetan. Fondo Felipe Manterola. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Era durante el invierno cuando las mujeres se dedicaban a hilar el lino, y solían hacerlo en comunidad. Conversando y a la luz del candil las hilanderas hilaban al atardecer hasta entrada la noche. Utilizaban para esta labor la rueca, gorua, y el huso, ardatza.

El hilado se enmadejaba, matazatu; las madejas de hilo crudo se blanqueaban, egosi, con agua hirviendo y lejía de ceniza; y una vez blanqueadas se devanaban, harildu. Finalmente los ovillos se llevaban al telar más cercano, donde se tejía, ehundu, el tejido con el que se confeccionaría el ajuar de la casa, así como prendas varias.

Concluimos enumerando las penas del lino —incluidas las tratadas en el apunte inmediatamente anterior a este— según cuenta una antigua leyenda bizkaina que Barandiaran recogió en 1922:

Lehenengo soloan atara, gero sikatu, gero garramatu, gero pozuan beratu, gero sikatu, gero jo hageaz edo mazuaz, gero ezpatatu, gero txarrantxatu, gero goruan ipini, gero hari egin, gero matazatu, gero egosi, gero errekan jo, gero harildu, gero ehun egin, gero josi jantzia…

Primero arrancarlo en la heredad, después secarlo, después desbagarlo, después empozarlo, después secarlo, después majarlo con varal o con maza, después espadarlo, después rastrillarlo, después colocarlo en el huso, después hilarlo, después enmadejarlo, después cocerlo, después lavarlo en el río, después ovillarlo, después tejerlo, después coser la prenda…

Las penas eran tantas que para cuando aquel al que una lamia atrapó a media noche terminó de contarlas el gallo cantó y lo salvó.

Jaione Bilbao – Departamento de Etnografía – Labayru Fundazioa

(Adaptado del tomo del Atlas Etnográfico de Vasconia dedicado a la Agricultura)

Nota: Dice el relato original transcrito por Barandiaran que el lino se empozaba antes de desgargolarlo —… gero pozuan beratu, gero sikatu, gero garramatu…—, detalle que creemos pudiera tratarse de un error.

Para más información pueden consultarse: Julián Alustiza. Lihoaren penak eta nekeak. Oñati, 1981; y José Miguel de Barandiaran. “Liñuen penak” en Eusko-folklore. Materiales y cuestionarios, núm. LXIII, 1925 [reed. 2006].

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