En este blog ya hemos tratado, en otras ocasiones, de la Navidad y de las tradiciones. Es más, cuando reflexionamos acerca de este ciclo invernal, lo condicionamos indefectible y directamente de tal manera, que es asumido como parte de nuestras “inveteradas” costumbres, por decir algo fuera de contexto.
De hecho, y generalizando, a lo largo del siglo XX hemos pasado de celebrar la Nochebuena en familia, o a lo sumo a modo de tertulia vecinal con unos bailoteos o canturreos de por medio, o asistir a la “misa del gallo”, a salir en Nochevieja a frecuentar bares y cotillones, trasladando esta situación a la víspera de Reyes.
La Navidad, extendida por todo el globo, ha sustituido, querámoslo o no, a ciertos rituales asociados al Solsticio de Invierno y para muestra tenemos el día de los Santos Inocentes: persecución e infanticidio masivo. Curiosamente, lo que durante siglos se ha considerado historia, es decir más real que ficción, se torna en todo lo contrario en estudios sesudos, al igual que lo son las noticias periodísticas de los diferentes medios de comunicación durante dicho día. Es más, con la existencia de las redes sociales, los bulos o fakes se han convertido en algo cotidiano en nuestras vidas, y no solo en esta fecha.
“¡Inocente, inocente,
que llevas la carga
y no la sientes!” (Bilbo)*
“Iñusente, potente,
txasko, txasko,
burua(ren) erdian
sartu dautse!” (Lekeitio)*
Sin salirnos del 28 de diciembre y, al margen, de la celebración religiosa en la que se produce la coronación de un San Nicolás infantil, disfrazado de obispo como representante de la Iglesia, no podemos olvidarnos de quien ha colocado una araña de plástico o ha esparcido polvos de estornudar, para provocar la sorpresa, el susto o la hilaridad de la concurrencia.
Si bien es verdad que este tipo de bromas, ya no son únicamente exclusivas de dicho día, han sido las propias durante una parte de nuestra historia pasada y, continúan en la reciente. Incluso tenemos un claro ejemplo, de hace un siglo o más, en las llamadas (bromas) “pesadas”: las erroldeak o errondak. Consistían estas en que, grupos de jóvenes en su paseo nocturno de Nochevieja, se dedicaban, entre otras cosas, a trasladar los carros utilizados por los “casheros” a la plaza. En ocasiones, se volcaban colocándolos al revés y, las más de las veces, eran subidos a los árboles. Al día siguiente, la cara de estupefacción que se le quedaba al propietario, se convertía en una evidente dificultad para cumplir con su trabajo.
Posiblemente las chanzas de este calibre, que no la citada, se siguen produciendo en este y otros momentos del año, pero en el mundo urbano, público o privado, el colocarse aditamentos festivos se ha convertido en algo habitual, por eso de la pluralidad y de la introducción de nuevas modas internacionales.
Así es, cómo en Nochevieja-Año Nuevo cuando, imbuidos por la excitación, entre tanto petardo, fuegos artificiales, campanadas y demás artilugios, se suman, y se asoman, complementos de todo tipo: desde serpentinas, confeti, gorros, pelucas, “matasuegras”, collares, narices postizas, gafas y antifaces, máscaras, hasta trajes de gala y disfraces que van más allá de la espontaneidad del momento.
Léase periodo navideño, léase, si se desea, Solsticio de Invierno, el cambio producido en el apartado del bienestar en la sociedad vasca, se ha materializado en las diversas maneras de celebrar unas fiestas que, salvando las categorías de edad, son un referente en la vida de cada persona.
Emilio Xabier Dueñas
* DUEÑAS, Emilio Xabier; LARRINAGA, Josu Erramun (2011). Haur Folklorea Euskal Herrian. Irakaskuntzako materialak = El Folclore infantil en Euskal Herria. Materiales para su enseñanza. Jentilbaratz. Cuadernos de Folklore 13. Donostia: Eusko Ikaskuntza; 474.-475. or.