Apuntes de etnografía

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Iride Agirre. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

De la covada —del francés couver ‘incubar, criar, mimar’— podríamos señalar en primer lugar que se trata, al menos por lo que respecta al territorio vasco, de una presunta costumbre curiosa, antigua y controvertida.

El Diccionario de la lengua española recoge esta voz como “costumbre que pervive en zonas de Asia y de América, y que existió en algunas partes del norte de España, consistente en la permanencia, tras el nacimiento de un hijo, del padre en la cama, recibiendo atenciones, mientras la madre vuelve a sus tareas habituales”. Y la Enciclopedia Británica, todavía en una reciente edición, la describe como una costumbre atribuida a vascos y brasileños.

Con carácter general puede afirmarse que las valoraciones sobre su vigencia en nuestro país se han sustentado en fuentes escritas del pasado, pero sin que se ofrecieran pruebas de que se hubiera practicado.

El historiador del XIX, Juan Antonio Zamácola, apoyándose en un texto del geógrafo griego Estrabón, decía que fue costumbre entre los vascos que el primer sudor o abrigo que recibiera el niño fuera el de su padre, para identificarlo con los humores y espíritu de sus genitores. Pero es sabido que Estrabón nunca visitó el País Vasco y que escribió sobre el mismo según noticias procedentes de otras fuentes. Caro Baroja, a su vez, consideraba que tampoco Zamácola se distinguía por su rigor y que sus aseveraciones se debían tomar con reserva, aunque no descartaba del todo que la covada hubiera podido existir en nuestra tierra hasta el siglo XVIII.

En las encuestas que realizó el Ateneo de Madrid muy a comienzos del siglo XX se preguntaba con interés sobre este asunto de la covada. Precisamente, Eugenio Zamora, médico de la villa vizcaina de Gernika, respondió que antiguamente existió en este país la covada, pero que ha desaparecido en absoluto. Sin embargo, la afirmación no iba acompañada de ningún apoyo documental o de otro tipo, por lo que su verosimilitud es escasa y deberíamos ponerla en entredicho.

En las mencionadas encuestas se indicaba que en algún concejo asturiano y también en Ibiza se practicó esa costumbre de que al presentarse el momento del parto el hombre se metiera en la cama con la mujer, tomando tazas de caldo con ella y colocando al recién nacido entre los dos. Además, en algunas localidades canarias se recogieron costumbres, como la del ritual del zorrocloco, emparentadas con la covada.

Sobre la covada entre los vascos podríamos concluir que no se conoció tal práctica. José Miguel de Barandiaran ni tan siquiera incluyó la pregunta en el cuestionario por él elaborado para sus investigaciones etnográficas y las de los equipos que formó. El estudio más completo realizado sobre la covada figura en la bibliografía abajo citada y fue llevado a cabo por Justo Garate, uno de sus detractores.

Segundo Oar-Arteta – Labayru Fundazioa

Para más información puede consultarse el tomo dedicado a Ritos del Nacimiento al Matrimonio del Atlas Etnográfico de Vasconia. Véase asimismo “La covada pirenaica. Patrañas y fantasías” de Justo Garate en Cuadernos de Sección. Antropología y Etnografía, núm. 2. Donostia, 1984.


 

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