Apuntes de etnografía

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Pescadores, 1950. Archivo Municipal de Bermeo.

Para nuestros antepasados, parece ser que la divisoria entre el verano y el invierno la marcaba la festividad de San Simón y San Judas, el 28 de octubre. En efecto, así reza el refrán: “San Simón y San Judas, ha finalizado el verano y ha llegado el invierno”.

Más tarde, y tomando como base esa idea, Gabriel Aresti escribió un poema, que Xabier Lete popularizó y lo hizo famoso.

El canto comienza así:

«San Simon eta San Juda

joan zen uda, eta negua heldu da: (bis)

ez baletor hobe, bizi gara pobre (…)».

[San Simón y San Judas

El verano se fue, y ha llegado el invierno: (bis)

si no viniera, mejor; vivimos pobres (…).]

 

Pero ¿por qué se asocian en la canción el invierno y ser pobres?

A continuación, proponemos una interpretación, atendiendo al modo de vida de los pescadores en tiempos pasados.

Entre los proverbios recogidos por Azkue se encuentra el siguiente: “Por San Simón y San Judas, las embarcaciones fondeadas”. En otras palabras, en esa época del año los barcos, echada el ancla, permanecían inmóviles en el muelle. En efecto, esta estación era mezquina en cuestión de pesca. Por ello, los arrantzales se dedicaban a otras tareas en tierra, hasta iniciar la campaña del besugo.

Por ejemplo, iban al monte, a recoger perfollas, es decir, las hojas de las mazorcas en las plantaciones de maíz. La parte más gruesa de la perfolla, la parte superior, se ponía en lejía alrededor de un cuarto de hora hasta blanquearla por completo. Una vez blanqueadas, se dejaban a la sombra para que no se tornaran rojizas. Dichas perfollas se utilizaban al siguiente año como reclamo en la campaña del atún.

También realizaban tareas previas para la pesca del besugo. En primer lugar, la anchoa joven capturada durante el mes de octubre era salada e introducida en tinas para ser utilizada como cebo. Después, preparaban palangres para pescar.

Pues bien, a pesar de que la pesca de besugo comenzaba el día de Santa Catalina, 25 de noviembre, no parece que pescaran demasiado. Así lo reflejan estos dos dichos: “Por Santa Catalina, los barcos a por besugos”; y “¿Cuándo es Santa Catalina? Es pronto para besugos”. Otro refrán dice así: “El día de la Inmaculada, el primer besugo”.

Una vez llegado el invierno, el besugo abundaba. De ahí el dicho: “Por San Txilibristo, el besugo cuelga de la boca”; es decir, el 31 de diciembre, los besugos debían estar expuestos. Y en la misma línea de esta última frase está la que hace referencia a San Antón: “San Antón, besugos al montón”. A partir de ahí, empezaba a menguar dicho pescado.

En cualquier caso, en esa costera los pescadores ganaban poco.

Todo ello lo recogió perfectamente Andoni Basterretxea en estos versos:

 

«Sortzez Garbi egunez besigu leena,

San Antonetan gero sarritan azkena,

Eder jatekoik bada jaki goxoena

Besigua erreta Gabon gabaz onena.

Santa Katalina ta San Anton bitartez

Bizitza gogorra ta irabazi batez.

Bixigu goxo dala esan oi da errez,

Baiña obe lurrean itsasora ordez (…)».

[El primer besugo por la Inmaculada,

por San Antón a menudo el último,

si hay un alimento exquisito

ese es el besugo asado la noche de Navidad.

Entre Santa Catalina y San Antón

una vida dura y ninguna ganancia.

Se dice fácil que el besugo es delicioso,

pero mejor en tierra en lugar de ir a la mar (… ).]

 

Aun así, los pescadores sabían organizarse para combatir la pobreza. A través de las cofradías practicaban el mutualismo o la ayuda mutua. De esa manera, cuando no se podía salir a la mar por las inclemencias del tiempo o cuando la pesca era escasa, las Cofradías concedían anticipos a los pescadores.

 

F. Javier Arrieta Idiakez

Profesor de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Deusto

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