Apuntes de etnografía

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Colmenar en La Calera del Prado (Valle de Carranza), 1999. Miguel Sabino Díaz.

En el Valle de Carranza, desde tiempos inmemoriales y hasta hace apenas unas décadas, el habitáculo utilizado en los colmenares para la cría de las abejas ha sido la colmena vertical y fija conocida como cepo. Tipo de colmena fabricada con un tronco de árbol, hueco o vaciando el mismo, donde las abejas fabrican las tástanas o panales fijos a sus paredes. Habitáculo que también se construía con tablas, supliendo así en determinados momentos la falta de troncos proporcionados por árboles.

Su construcción se llevaba a cabo empleando un tronco viejo, que tuviera morca (podrida) la parte central del corazón, cortado con un tronzador a la longitud requerida, entre los 60 y 80 cm. Utilizando una gubia (con uno de sus extremos en forma de media caña, preparado con filo para corte) se vaciaba poco a poco hasta dejarle una pared de 4 a 6 cm de grosor. Herramienta conocida con los nombres de madreca (La Calera del Prado) o mondacepos (Bernales y Herboso).

En ocasiones, durante esta labor, se utilizaba un barreno de grueso tamaño con el que se hacían varias barrenadas en la parte de la madera que, al estar más sana, oponía una mayor resistencia al corte de la gubia. Finalmente el tronco se descortezaba con un hacha para impedir la propagación de bichos entre este y la corteza.

En la construcción del cepo se han utilizado también otros elementos que formaban parte insustituible de su fábrica.

A media altura del tronco se colocaban dos palos cruzados, uno ligeramente por encima del otro, sobre los que se asientan parte de las tástanas, sobresaliendo el inferior a ambos lados del tronco, sirviendo como asidero para la manipulación del cepo. Palos de madera de avellano, castaño o roble conocidos como cabillas (Bernales, Herboso y San Ciprián), gabillas (La Calera del Prado) o cruz (Aldeacueva).

En el frente, por encima y por debajo de los palos, se efectuaban con un barreno una serie de pequeños orificios por donde las abejas pudieran entrar y salir del cepo. Orificios conocidos como aviaderos (La Calera del Prado y Pando), boqueras (Soscaño) o piqueras (Lanzas Agudas).

Vaciando un cepo con la gubia. Pando (Valle de Carranza), 2007. Miguel Sabino Díaz.

La parte superior del cepo se cerraba con tablas, de la misma madera con la que estaba fabricado el cepo, con un grosor de entre 2 y 4 cm. En unos casos con el mismo perímetro que el tronco vaciado, en otros sobresaliendo un poco del mismo. Parte conocida como la cabeza (Bernales), tapa (Aldeacueva) o tapadera (La Calera del Prado).

Finalizada su construcción, el cepo era trasladado al colmenar, donde se colocaba verticalmente sobre una piedra plana, conocida como asiento (La Calera del Prado), losa (Aldeacueva, Herboso y Lanzas Agudas) o solera (Bernales), que hacía de base y lo aislaba de la humedad de la tierra. Se procuraba que el cepo quedara bien asentado sobre ella, evitando no dejar espacio alguno por donde pudieran introducirse animales de pequeño tamaño a su interior con el consiguiente peligro para la supervivencia de la colonia de abejas.

A partir de mediados los años 1980, coincidiendo con la aparición en los colmenares de la enfermedad producida por el ácaro de la varroa (arácnido que se alimenta de larvas e insectos adultos), se acentuará el trasiego de las abejas hacia colmenas modernas de cuadros móviles, abandonándose el uso los cepos tradicionales.

Miguel Sabino Díaz – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria

Para más información puede consultarse el tomo dedicado a la Ganadería y Pastoreo del Atlas Etnográfico de Vasconia.


 

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