Apuntes de etnografía

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Hilando con el huso. Carranza, 1986. Miguel Sabino Díaz.

Hasta entrados los años 1960 fue costumbre generalizada en los caseríos de los pastores guardar para uso propio alguna manta, nombre con el que se conoce a la lana de oveja. Se empleaba como relleno de los colchones y para hacer el hilo con el que se confeccionaban algunas prendas de vestir, habitualmente calcetines, cordones de abarcas y chalecos.

María Luisa Ruiz-Quintano hilando en el barrio de Cezura, 1986. Miguel Sabino Díaz.

La lana de las mantas se sometía a un proceso de lavado que se llevaba a cabo en el mismo caserío o acudiendo al río o a un pozo cercano a este. El primer paso consistía en quitarle la suciedad para lo que, antes de introducirla a mojo en una bañera de zinc, se esponjaba con la mano y se quitaban las mayores impurezas (restos de árgomas, hierbas…). Después de este primer lavado, se vertía agua templada en la bañera y con jabón Chimbo se lavaba hasta dejarla limpia y blanca. A continuación, la lana se ponía a secar sobre una mata de espinos próxima a la casa.

Cuando ya estaba bien seca, se recogía dentro de un trapo a cuatro picos y se guardaba hasta la octubrada, época del año a partir de la cual las mujeres procedían a elaborar de forma artesanal el hilo de lana con el empleo de dos rudimentarios utensilios, la rueca y el huso.

La rueca, fabricada por los hombres del caserío, era una vara de salce o acebo, de aproximadamente 1 m de largo y 2 cm de grosor, en cuyo extremo superior iba el rocadero, la parte de la rueca donde se colocaba el pequeño manojo de lana suelta y mullida o copo durante el proceso del hilado. Tenía dos cortes efectuados en la misma rueca donde se introducían sendas cuñas que se retiraban tiempo después, una vez seca la madera, mostrando la tradicional forma abombada del rocadero.

El huso, utilizado habitualmente hasta el último tercio del siglo XX, era una pequeña barra de hierro fabricada generalmente en las herrerías del Valle. Su longitud oscilaba entre los 30 y 40 cm, con un mayor grosor en el extremo superior, donde tenía marcados varios surcos en espiral, llevando incrustado en su parte inferior un rodete de aproximadamente 3 cm de diámetro.

Encuentro de hilanderas de Euskal Herria en el barrio de Ambasaguas. Artzai Topaketa, 2016. Miguel Sabino Díaz.

Antes de proceder a la elaboración del hilo, había que escarmenar la lana, nombre con el que se ha conocido en Carranza el proceso de alisar y desenredar las hebras para hacer los copos. La faena del hilado se iniciaba poniendo un copo en el rocadero de la rueca que, en posición un poco inclinada, se colocaba entre las piernas para aguantarla. Seguidamente, con los dedos de la mano izquierda se tiraba de la hebra de la lana del copo y se comenzaba a torcer, iniciándose el trenzado del hilo, que introducido entre las espirales del huso se anudaba al final del mismo. Ya iniciado el proceso, con los dedos pulgar, índice y medio de la mano izquierda se iba tirando de la hebra del copo, trenzando el hilo, a la vez que con la mano derecha se giraba el huso, dándole vueltas hasta llenarlo de hilo. Cuando este ya estaba lleno, se cortaba el hilo y manualmente se hacía un ovillo. Labor esta que se repetía cuantas veces fueran necesarias, en función a la cantidad de hilo que se quisiera obtener.

Miguel Sabino Díaz – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria

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