Apuntes de etnografía

La protectora eguzki-lore y su fuente de inspiración: el Sol. Autor: Emilio Xabier Dueñas.

¿Somos conscientes de lo que dependemos del tiempo y del valor que damos a cada instante? El presente, a cierta edad y, tal vez, generalizando, nos parece cada vez más transparente, inapreciable; ni lo sentimos. El pasado, a menos que los recuerdos nos embriaguen de vivencias, es algo lejano. El futuro se convierte automáticamente en presente… o al revés.

Fórmula de medir la existencia, los acontecimientos y todo el devenir del ser humano, el cálculo del tiempo, creámoslo o no, ha tenido sus idas y venidas, aceptación según confesión religiosa, desfases y puestas al día. Por ello y para ello se crearon los calendarios, aunque no sabemos si fueron antes las partes de un día, la semana o un año.

Eguzki-dantza de Lekeitio (Bizkaia) al mediodía del 24 de junio. Autor: Emilio Xabier Dueñas.

Lo que sí parece evidente, a tenor de los estudios, es que la mayoría de los calendarios más antiguos fueron lunares. El plenilunio y todas sus fases se suceden cada, aproximadamente, 29,54 días. Se toma como base la primera fase menguante del año para cortar la caña o el boj y construir instrumentos musicales o, antiguamente, para sacrificar el cerdo entre diciembre y enero. De noche, también se quema lo viejo y el fuego solsticial nos avisa en verano e invierno de situaciones totalmente diferentes: del día más largo al más corto; del calor al frío; de la supervivencia (cultivo, pesca y caza) al ocio en el cálido hogar.

Calor que, de forma natural, produce sobre la Tierra el astro rey, el Sol. Seducido y venerado por muchas culturas, se convierte en nuestro recorrido orbital más importante: el año, con un día más cada cuatro para no desestabilizar las estaciones y todo lo que gira a su alrededor.

Pero, no solo las hogueras nos remiten a las fechas veraniegas. Según la transmisión oral, el 24 de junio, en la localidad vizcaína de Lekeitio se celebraba la Eguzki Jaia. Fiesta en la que se realizaba el Andrazkoen Aurreskua o Eguzki-dantza. Se bailaba en tres momentos concretos del día: al amanecer, al mediodía o toque del ángelus y al atardecer.

Tiempo propicio para poner el fresno o la cruz de espino y clavar la eguzki-lore en la puerta. De esta forma servirán de protección a la casa ante calamidades atmosféricas, de salud e, incluso, ante las conocidas brujas de los cuentos, no las que sufrieron la inquisición en sus carnes; desenlace fatal no sopesado en la actualidad por el ‘tiempo’ transcurrido.

Elementos utilizados para medir el tiempo cotidiano. Autor: Emilio Xabier Dueñas.

El ritual, cualquier ritual, está apoyado en la acción, protocolo, espacio y momento: hora, día, periodo estacional, santoral (calendario litúrgico) o festividad de fecha variable que nace a partir de la primera luna llena de primavera. Celebraciones que han sobrevivido dirigiendo un itinerario en la vida cotidiana de la comunidad, marcado a fuego en el pasado del colectivo, con los relojes mecánicos o de sol colocados en lugares estratégicos y los toques de campanas.

Manifestaciones y actividades que conservamos, o creamos, en base a una fecha del calendario gregoriano y a una hora con sus minutos y segundos. Lo que llamamos ‘tiempo’, así establecido por la humanidad, no se detiene, o al menos esa es la sensación, mientras los planetas y satélites giran sobre su propio eje o alrededor del compañero.

 

Emilio Xabier Dueñas – Folklorista y etnógrafo

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