Apuntes de etnografía

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Convento de Santa Clara de Tolosa, 2023. Autor: Fernando Hualde.

A finales de noviembre de 2023, tras más de cuatro siglos de presencia en la localidad guipuzcoana de Tolosa, cerraba allí sus puertas el convento de Santa Clara, replegándose las últimas cuatro religiosas clarisas que allí quedaban a otro convento. Antes de que se materializase su marcha, y con la colaboración de ellas, quien esto firma tuvo la oportunidad de realizar un inventario exhaustivo de todas las piezas antiguas que había entre aquellas paredes conventuales que habían acogido a esta comunidad religiosa de vida en clausura, la Orden de Santa Clara (clarisas). Así pues, desde mayo hasta octubre de ese año, se realizó una intervención patrimonial que tuvo como objetivo salvaguardar la memoria de ese convento, lo que se tradujo en la elaboración y publicación de cuatro libros diferentes, en la grabación de la memoria oral de las cuatro últimas religiosas, en la realización de un documental y en la organización de una exposición.

Desde una perspectiva etnográfica hay que reconocer que este tipo de intervenciones son con las que sueña cualquier persona que dedique su vida a la etnografía y, muy especialmente, al patrimonio cultural inmaterial. Vamos a esbozar aquí tan solo algunas pinceladas de los tesoros que allí encontramos el fotógrafo Joseba Urretavizcaya ―quien se ocupó de levantar acta fotográfica de todo― y un servidor.

Para empezar, se podría dividir ―y así lo hemos hecho en los estudios realizados― la etnografía asociada a este convento en dos partes muy concretas; por un lado, estaría todo lo vinculado a la vida diaria conventual al margen de la religiosidad y, por el otro lado, estaría la vida religiosa en sí, específica en este caso de la vida en un convento de clausura dependiente de la Orden de Santa Clara. En ambos aspectos temáticos estamos hablando de un espacio temporal superior a los últimos cuatro siglos, ¡que se dice pronto!

Del primero de los aspectos las piezas inventariadas en el convento de Santa Clara podemos decir que nos permiten recomponer toda la etnografía relativa a la ropa, es decir: confección, almacenado, hilado (lana y lino), lavado, planchado, almidonado, encañonado, etc. A ello tendríamos que añadir el mundo del aseo y de la higiene, aspectos estos que nos introducen de lleno en el mundo de la cerámica vasca (jarras, bacines, etc.), igual que sucede con todo lo relativo a la conservación de los alimentos (tinajas variadas). Pese a ello la parte gastronómica podría tener un apartado especial, no hay que olvidar que ellas tuvieron huerta y árboles frutales, además de todo tipo de ganado doméstico, lo cual nos introduce en los testimonios de cuando mataban el cerdo, de cuando extraían miel de las colmenas, de cuando hacían el pan e, incluso, de cuando muy esporádicamente hacían queso, o de cuando tostaban cebada para hacer café; de la mayoría de estos aspectos se conservaban piezas en el convento. A la vez, hurgando entre lo que allí se guardaba, podríamos acercarnos al mundo de las cocinas con chimeneas de fuego bajo, o al mundo de la medicina popular de la que ellas eran buenas conocedoras, y a otros muchos aspectos vinculados con la agricultura y la ganadería.

Y, por último, tenemos la etnografía asociada a la religiosidad popular, con infinidad de piezas conservadas. En este sentido el convento tolosarra de Santa Clara era especialmente rico. Empezaríamos por mencionar los objetos y accesorios litúrgicos: cálices, copones, incensarios, navetas, vinajeras, relicarios, custodias, casullas, capas pluviales, dalmáticas, manutergios, corporales, estolas… y un larguísimo etcétera de notable antigüedad y valor. Otro apartado importante lo constituyen las reliquias de santos, mayoritariamente dotadas de su propia auténtica (certificado de autenticidad). Y a partir de allí las piezas encontradas nos permiten acercarnos al mundo de los escapularios, de los detentes, de la mortificación, de la “liturgia de las horas”, de la Semana Santa, de la “corona franciscana”, de las “antífonas de la O”, de la imaginería religiosa…

Distintas piezas inventariadas en el convento. Autor: Fernando Hualde.

Sin embargo, una de las joyas patrimoniales que encerraban las paredes de este convento era todo ese patrimonio material asociado al extinguido mundo de las pastorelas, piezas músico-teatrales que se ponían en escena durante la nochebuena y estrechamente ligadas al mundo de los franciscanos (las clarisas son algo así como la versión femenina de esa orden), es decir, estamos hablando de instrumentos religiosos antiguos, al menos algunos de ellos del siglo XIX. Finaliza este resumen etnográfico recordando que la orden franciscana, y por extensión también la de las clarisas, son las que en el siglo XII introducen la tradición del belenismo, por eso no es de extrañar las figuras de nacimiento (o “misterio”), pastores y adoración de los Reyes Magos que este convento poseía.

Mención especial merece la tradición de llevar huevos a las clarisas para que intercedan ellas con sus oraciones para que haga buen tiempo el día de la boda.

Añádase a todo esto la memoria oral de las cuatro últimas religiosas, que es la que, junto a todas estas piezas, ha posibilitado salvaguardar y poner a buen recaudo la inmaterialidad de este convento. Cuatro monjas hacia las que solo cabe un profundo agradecimiento por su predisposición, por su amabilidad y por su cariño.

Fernando Hualde – Etnógrafo

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