Apuntes de etnografía

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Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Escondida en uno de los collados que jalonan las estribaciones orientales del monte Jata, la soledad y el misterio rodean la ermita de San Miguel de Zumetzaga. Unos robles seculares, castaños y alguna que otra encina milenaria extienden su sombra protectora sobre este sencillo, pero histórico templo, del que se piensa que fue construido a finales del siglo XII, en estilo románico tardío. A su lado, guardián vigilante de esta hermosa joya, se halla el caserío Zumetzaga.

La ermita es un edificio modesto, orientado hacia el este, y que está resuelto con una única nave rectangular, presidida por un ábside casi cuadrado. Éste se encuentra reforzado por unos potentes contrafuertes exteriores que le dan una imagen peculiar al conjunto. Todos los muros, así como las bóvedas, están construidas con piedra de mampostería y en cada fachada aparece sólo un hueco. Tres de ellos son accesos y en la cabecera del templo se sitúa una pequeña ventana por la que entra la muy poca luz que recibe el interior. En ella, y en la puerta orientada hacia el Sur reside el mayor interés del edificio.

A su vera transita un camino que desciende por ambos lados, dirigiéndose suavemente, por el sur, hacia Markaida y Larrauri mientras que hacia el norte, una abrupta rampa nos conduce hasta Bakio. Este recorrido tuvo anteriormente una gran importancia, pues hasta la construcción de la actual carretera entre Bakio y Mungia, el camino de Zumetzaga era el único medio de comunicación entre estas dos poblaciones.

Fuente: Zuriñe Goitia.

Hay una antigua creencia popular, bastante extendida en su día, que señala que los mandatarios de Bakio y Mungia acordaron resolver definitivamente el problema existente hasta entonces respecto de la indefinición de la frontera común. Los bakiotarras estaban contentos por haber convencido a sus vecinos en tratar de solucionar este problema poniendo mojones (munarriak) de una forma amistosa, sin involucrar a jueces o abogados, y dado que Bakio era un pueblo pequeño, pensaban aprovechar la ocasión y esforzarse en agrandar su territorio.

Cuando llegó el día acordado, acicalaron y cargaron dos burros, con abundante comida y bebida para agasajar de la mejor manera posible a los mungiarras, dirigiéndose así, contentos y optimistas, hacia Zumetzaga, convencidos de poder obtener fácilmente el resultado que querían. Al poco de iniciar la empinada cuesta del camino, y ya para entonces cansados y sedientos, decidieron hacer una parada para reponer fuerzas. Confiados por la ventaja de tener que recorrer mucha menor distancia que sus vecinos de Mungia, repitieron esta misma pausa en varios lugares de su itinerario.

Los que venían desde Mungia, caminando sin descanso, tipi-tapa, llegaron a la hora convenida a la ermita. Allí no había nadie, y tras estar un buen rato a la expectativa, decidieron continuar por el camino hacia Bakio, en busca de sus representantes.

Por fin los encontraron, y éstos, muy afables, les ofrecieron todo tipo de comida y bebida. Los mandatarios de Mungia saborearon gustosamente el famoso txakoli de sus vecinos. Tras varias horas de chácharas y cánticos, alguno se dio cuenta de que había empezado a oscurecer, y de que todavía no habían arreglado el problema. A la vista de la situación, los mungiarras propusieron aprovechar la escasa luz que había y empezar a colocar los mojones a partir de ese mismo lugar en el que se encontraban. A los pobres bakiotarras no les quedó más remedio que aceptar, pues el día se estaba acabando, y no estaban en condiciones de caminar ni tenían energía para dar comienzo a las negociaciones. Así que unos y otros empezaron a colocar, desde allí mismo, los mojones, de tal manera que, a partir de entonces, Zumetzaga y Emerando pertenecerían definitivamente, y para siempre, a Mungia.

Aunque los representantes bakiotarras deberían haber regresado a su pueblo avergonzados por su proceder, difundieron en su localidad, una y otra vez, el mérito de su labor, al lograr un acuerdo sin discusiones ni conflictos. La realidad es que sus propósitos habían fracasado, aunque personalmente, habían gozado de un espléndido día.

El próximo 29 de septiembre se celebrará en Zumetzaga, un año más, la festividad de San Miguel. Habrá una misa cantada en la ermita, y a su término, bertsolaris, concurso de tortillas, diversos juegos y una romería popular, todo ello en el entorno denominado Zumetzagako landa que rodea la ermita. Gentes de Mungia, Larrauri, Bakio, Emerando y otros lugares cercanos se juntarán en este precioso lugar, olvidándose, por un día, de los mojones jurisdiccionales que jalonan la zona, celebrarán amistosamente, y con alegría, esta fecha tan especial.

 

Zuriñe Goitia – Antropóloga

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