Apuntes de etnografía

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Nevera de Astikurutz (Otxandio), 1993. José Ignacio García Muñoz. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Con el nombre de neveras, edur-zuloak en dialecto vizcaíno, se conocen los pozos construidos en montes elevados que en tiempos pasados sirvieron para conservar la nieve. Cayeron en desuso a comienzos del siglo XX por lo que las construcciones están muy deterioradas y las informaciones sobre la función que tuvieron casi olvidadas.

En el año 1974 Salbidegoitia y Barinaga realizaron y editaron el primer catálogo de las neveras de Bizkaia, que dos décadas más tarde fue completado por la publicación infracitada. El dato más reciente nos indica que están localizadas 22 neveras, 19 de ellas al sur del río Ibaizabal y las otras tres en los aledaños del monte Oiz.

En el macizo Pagasarri-Ganekogorta, cinco; en Ordunte, una; en Sierra Salvada, dos; en el de Gorbeia, cuatro; en los montes del Duranguesado, siete; y en el macizo del Oiz, tres. Las neveras estaban situadas en términos pertenecientes a villas o en lugares próximos a ellas y su finalidad era abastecer de nieve a la población de las mismas.

Reconstrucción ideal de un tipo de nevera. Jesús María Juaristi. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

El tipo más común de nevera en Bizkaia ha sido un pozo cilíndrico horadado en tierra con paredes recubiertas en piedra de mampostería. Cuando las neveras estaban ubicadas a poca altura, sobre la boca se levantaba una caseta para proteger la nieve de las inclemencias del tiempo y del sol. Las construidas a más de 800 m no precisaban protección y la boca se cubría con ramas, helechos y tepes. También se localizaron neveras en simas y dolinas acondicionadas al efecto para facilitar la extracción de nieve o hielo.

Para que se conservara la nieve se colocaba una capa de ramas, hierba y hojas secas en la base del pozo, se hacían rodar grandes bolas de nieve a su interior y se pisaba para que se conservara más tiempo y ocupara menos. Se intercalaban helechos y hojas secas para que se formaran gruesas capas que luego facilitaran el troceado. El hielo se extraía con ayuda de una polea o de un torno, que se suspendía de un travesaño, sustentado a su vez sobre postes de madera. Se accedía por medio de una escalera que a veces estaba incorporada a la propia construcción.

Antiguamente la demanda y utilización de nieve obedeció principalmente a razones terapéuticas. Los usos más comunes fueron: rebajar la temperatura en procesos febriles, así los producidos por la epidemia del cólera, como calmante en casos de congestiones cerebrales particularmente en la meningitis, para detener hemorragias y como antiinflamatorio en traumatismos, esguinces y fracturas.

Nevera de Neberondo (Durango), 1993. José Ignacio García Muñoz. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Además la nieve y el hielo han servido para refrescar el vino y para elaborar bebidas heladas, una muy popular la limonada, denominada también garrafa por el recipiente en el que se preparaba. La técnica de la fabricación del hielo artificial supuso el declive de los procedimientos artesanales de conservación de la nieve, hasta que en el segundo decenio del siglo XX se abandonaron las neveras y paulatinamente se fueron arruinando.

Las neveras, además del propio interés que despiertan como construcciones y depósitos de nieve y hielo, nos proporcionan grandes pistas sobre las rutas de comercialización del pescado o los calendarios de fiestas populares en las que se consumía la tradicional limonada y otras bebidas.

Segundo Oar-Arteta – Etniker Bizkaia – Grupos Etniker Euskalerria

Para más información pueden consultarse el tomo dedicado a La Alimentación Doméstica del Atlas Etnográfico de Vasconia y A. Manterola, G. Arregi & J. I. García. Bizkaiko elurzuloak. Neveras de Bizkaia. Bilbao, 1994.

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