Apuntes de etnografía

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Interior de una borda en Ainhoa (Lapurdi). Michel Duvert.

El ganado ovino conoció un fuerte desarrollo durante las últimas décadas del siglo XIX, estructurándose su crianza con la creación del Ministerio de Agricultura. Fue así como se inició la identificación de razas locales.

Si bien al inicio del siglo XX gran parte de los pastos de verano labortanos cayeron en el abandono, no cesaron de construirse chabolas para ovejas (ardi-bordak) y el pastoreo de borda cohabitó un tiempo con el estival. La Sara que estudiara J.M de Barandiaran (Bosquejo etnográfico de Sara) contabilizaba, según datos de aduana, alrededor de 7000 ovinos, diez veces menos porcinos y cinco veces menos bovinos. Cada casa, que a veces albergaba hasta tres generaciones, poseía al menos una borda dedicada a ovejas y una cabaña de pastor (etxola) en el veranero.

La industria lechera creció a partir de los años 1960 en respuesta a la demanda de la empresa Roquefort, la cual terminó por autoabastecerse e independizarse. La producción de leche experimentó entonces un aumento bajo la supervisión del sindicato Ossau-Iraty de queso de oveja pirenaica (obteniendo la Denominación de Origen Controlada —DOC— en 1980). Dicha producción vino acompañada de la explotación de carne de oveja con sello de calidad. Sabido es que esta clase de procesos mercantiles suelen potenciarse por los intereses industriales en juego.

Pastor de los montes de Sara (Lapurdi). Michel Duvert.

En Iparralde se crían cuatro tipos de oveja: la vasco-bearnesa, principalmente en la zona de Zuberoa; la manex de cara negra (muturbeltza) de hermosa cornamenta, que predomina en Garazi, es una raza antigua y de origen desconocido; y la manex de cara rubia (muturgorria), cada vez más extendida en detrimento de la conocida como sasi-ardia, de cara rubia y pequeña (muturgorri ttipia). Todas estas razas son objeto de estudio y selección. El sector sufre un retroceso a raíz del desarrollo agrícola de las tierras bajas y el abandono del oficio de pastor, entre otras causas, y las variedades locales compiten con la lacaune, una especie de máquina de producir leche, importada y que no puede vivir en nuestros montes (vulnerable a las garrapatas…).

Sasi-ardia es indudablemente la más frágil de las cuatro razas. Son pequeños animales de expresión viva y aspecto rústico. Con o sin cuernos, orejas reducidas y cortas, cabeza triangular, vellón largo y prevalentemente blanco. Es una oveja de carne y poca leche. Se trata de una raza primitiva, muy resistente, y reconocida como autóctona que abundaba en el Lapurdi de los años 1960. Tiene escaso sentido gregario y pasta matorrales de media montaña, landas, bosques y sotobosques, de ahí su nombre. Participa pues, junto con el pottoka, en la conservación de nuestro marco de vida y la estabilización del paisaje.

Apenas subsiste un millar. La denominación es defendida en el seno de la Asociación Sasi Artalde, creada en 2014 y en abril del 2016 recibió con la ayuda de la Cámara Agraria del País Vasco —Euskal Herriko Laborantza Ganbara (EHLG)— y el Centro de Conservación de Razas de Aquitania —Conservatoire des Races d’Aquitaine— y mediante decreto ministerial el reconocimiento oficial de raza local en peligro de extinción.

Michel Duvert – Etniker Iparralde – Grupos Etniker Euskalerria

Traducido por Jaione Bilbao – Departamento de Lexicografía – Labayru Fundazioa

Texto original en francés.

Para más información pueden consultarse: Cachenaut, A. Enbata (2006 & 2011), n° 1955, 1956; Euskal Herriko Laborantza Ganbara. Izar Lorea & Les cahiers techniques de EHLG, n° 1 & 2, 2014-2016; GIS. Recherche sur les ovins lait des Pyrénées-Atlantiques.

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