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Preparando ramos de laurel en Muxika, 2014. Autor: Igone Etxebarria. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Las distintas culturas han tenido relación estrecha con árboles, arbustos o plantas propias de su entorno natural, representativas de sus símbolos consuetudinarios, usadas en lo culinario y en procesos medicinales, o como modelos y motivos de inspiración de sus creaciones artísticas o adornos de sus artesanías. Entre ellos, encontramos el ramo de laurel (ereinotza edo erramua) que al inicio de la primavera está en su máximo esplendor o listo para ser bendecido y exhibido o adornado durante la jornada dominical del día de Ramos. Hecho o conmemoración religiosa que simboliza la bíblica entrada triunfal en Jerusalén de Jesucristo, a lomos de un borrico y recibido en el área mediterránea por la multitud agitando ramos de olivo y palmas. Pero en el ámbito atlántico es el laurel el que se conoce por sus supuestas y posibles propiedades, su significado protector contra el rayo y condimento aromático en la alimentación que ha perdurado a través de generaciones en la memoria colectiva de nuestra cultura tradicional. Apareciendo a modo de hisopo (junto al agua y la sal bendita) que los sacerdotes católicos han utilizado para infinidad de bendiciones de personas, animales, campos sembrados o agitadas aguas marítimas, haciendas o comunidades.

Bendición por San Marcos. Undagoiti-Ibarruri. Autor: Josu Larrinaga Zugadi

En su formato de pequeño ramo bendecido y protector personal se ha colocado sobre el crucifijo que encabezaba la cama o iba sujeto al aguabenditera de cada dormitorio y en ocasiones, se guardaba una pequeña porción de su hoja perenne, cara a elaborar amuletos (kuttunak) o situarlos intercalados entre las páginas de los devocionarios. También se encuentra cuidando la casa o chabolas de montaña, embarcaciones o a sus moradores, situando un ramillete en la puerta o el dintel, el balcón, en el acceso a los establos o encima del puente de mando de los barcos. Desde la bendición del Domingo de Ramos (en algunos casos, se procede a ello en la Cruz de Mayo) las cargas de cruces (txolak edo galtzuek) de avellano y adornadas de laurel, se van colocando en las distintas heredades y se sustituyen por las antiguas custodias vegetales que se consumirán en el fuego de la noche de San Juan.

Domingo de Ramos en Bilbao. Autor: Josu Larrinaga Zugadi

Debemos tener en cuenta que en este tiempo primaveral, las embarcaciones salen a la mar, los campos están sembrados y que están a la orden del día las posibles plagas agrícolas, las enfermedades del ganado, los caprichosos fenómenos atmosféricos (heladas, granizo o pedrisco, pertinentes sequías o imprevistas y devastadoras tormentas). Conocido es que estos hechos, en otros tiempos, eran sinónimo de escasez de recursos, hambrunas, epidemias, muerte y desolación. Por otro lado, la utilidad en la medicina curativa tradicional de este arbusto es evidente y apropiada para diversas afecciones. Incluso es un elemento simbólico y habitual anunciador de la apertura de la época de degustación de algún barril de sidra o de txakolí, colocando un ramo en el establecimiento o vivienda y varias ramitas de laurel (branques) en los aledaños del lugar de producción y consumo. Sin olvidar que al finalizar la estructura constructiva o una edificación, los obreros sitúan un ramo de laurel en el punto más alto como señal de labor cumplida y sinónimo de elemento protector.
No hay duda que las colectividades tradicionales se aferraban a la interpretación simbólica e interesada de los elementos animales, vegetales y minerales que existían en su contexto natural. Dándoles un significado mítico o ritual, acorde a las necesidades surgidas en el devenir de la vida cotidiana o comunitaria, para ser elevados a un nivel de saber popular contrastado por la costumbre consuetudinaria y transmitido de modo oral o escrito. Siendo una constante en todas las culturas este proceso de contraponer elementos vegetales, como el laurel, frente a las adversidades, posibles peligros y miedos suscitados.

 

Josu Larrinaga Zugadi – Sociólogo

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Cruces de espino. Ezkio (Gipuzkoa). Autor: Felix Mugurutza

Para nuestros antepasados, la tormenta era la manifestación de violencia atmosférica más común, conocida y temida: la casa, el ganado, la cosecha o la vida de las personas pendían de un hilo cuando la tormenta hacía acto de presencia.

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Elementos de protección personal. Autor: Josu Larrinaga Zugadi.

Elementos de conjura o protección colectiva se han sucedido en el devenir del tiempo y según ámbitos geográficos concretos o entornos sociales inmediatos (familia, amistades, vecindad, viviendas, propiedades, etc.) frente a los fenómenos atmosféricos adversos, obscuros enemigos y sus temidas acciones o la creencia en castigos divinos y rachas de mala fortuna. Erigiendo estos componentes protectores en alturas para abarcar toda la colectividad (campanas, cruces, veletas, ermitas y sus figuras religiosas, troncos o árboles, fuegos, etc.), y las moradas (manos, garras o patas, agua, plantas o vegetales, motivos religiosos, cruces físicas y pintadas o colocar el sagrado corazón, etc.).
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Tejón. Vincent van Zalinge

Tejón común.

Desde la prehistoria el ser humano ha buscado siempre sus propios métodos para garantizar su protección, desde danzas hasta sacrificios humanos, pasando por todo tipo de rituales. Pero sin necesidad de remontarnos tan lejos, incluso en el momento presente de virus pandémico, la necesidad de protegerse uno mismo, de proteger la familia, la casa, los bienes… sigue igual de viva que en la prehistoria, pero sujeta a una lógica evolución. (más…)