Apuntes de etnografía

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Egu jainkoa. Ziortza Artabe. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Euskaltzaindia fijó hace tiempo las formas para el euskera estándar: astelehena, asteartea, asteazkena, osteguna, ostirala, larunbata e igandea. El euskera vizcaíno también tiene establecidas las suyas: astelehena (o bien ilena), martitzena, eguaztena, eguena, barikua, zapatua y domekea. A todas ellas se sumarían las innumerables variantes dialectales y subdialectales (ortzeguna, ortziralea, egubakoitza, neskaneguna…).

Entre todas esas formas, podemos diferenciar cuatro tipos:

En primer lugar, las que apuntan a la existencia de una antigua semana de 3 días: astelehena ‘principio de semana’, asteartea ‘mitad de semana’ y asteazkena ‘final de semana’. No podemos concretar cómo ni cuándo adoptamos esas formas, pero nos consta que antes de la época cristiana las diferentes civilizaciones no siempre coincidían a la hora de determinar el número de días de la semana: parece ser que los asirios y babilonios distinguían 5 días, la semana egipcia abarcaba hasta 10 días, y entre los celtas eran habituales las divisiones de 3 o 9 días, todo ello teniendo siempre en cuenta que cuando hablamos de días nos referimos a intervalos temporales no siempre exactos y/o simétricos. Tenemos, así pues, indicios de una remota semana vasca de tres días, a la espera de nuevos datos que nos ayuden a contextualizarla y cronologizarla.

En segundo lugar, los días que hacen referencia a los astros, y que en origen debían de ser 7. Claro está que los primitivos observadores del cosmos solo podían contar con aquellos cuerpos celestes que apreciaban a simple vista y cambiaban de posición en el firmamento, a los que no es de extrañar que les atribuyesen rasgos divinos. Los dos primeros días en euskera vizcaíno son, en este sentido, los que mayor paralelismo astral reflejan: ilena ‘[día] de la Luna o lunes’ y martitzena ‘[día] de Marte o martes’.

Un tercer grupo lo formarían los nombres que hacen alusión a dioses propios (aunque en origen pueden proceder de otras culturas). Nos referimos a los días que incluyen en su designación los morfemas egu u ortz/ost–. Algunos autores reconocen en Egu al dios Sol, y a Ortz/Ost, por su parte, se le ha relacionado con el Thor (dios del trueno) de la mitología escandinava. En cualquier caso, uno u otro están presentes en el tercer, cuarto y quinto días: eguaztena; eguena, osteguna u ortzeguna; y ostirala, ortziralea o egubakoitza. Caro Baroja considera que Egu es anterior a Ortz/Ost y más autóctono.

Y el cuarto grupo estaría constituido por los nombres restantes, que a su vez podríamos subdividir en aquellos que Caro Baroja, Mitxelena y otros autores relacionan con el ciclo lunar: larunbata e igandea, sexto y séptimo días. Y aquellos otros que quedan enmarcados en la tradición latino-cristiana: barikua (etimológicamente, abari bagako [eguna] ‘[día] sin cena’), zapatua ‘sábado’ (del latín sabbătum ‘descanso’) y domekea ‘domingo’ (del latín dominĭcus ‘[día] del Señor’), quinto, sexto y séptimo días.

Todo un crisol de sustratos antropológicos y culturales, que hacen aún más interesante, si cabe, la labor de investigar el pasado de nuestra lengua, de nuestro pueblo y de nuestra cultura.

Joseba Santxo Uriarte – Filólogo e investigador


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